Recientemente, terminé de leer el libro Una terapia breve más profunda y duradera: Enfoque teórico de la terapia racional emotivo-conductual de Albert Ellis (1999/2019). Este libro fue publicado por primera vez en el año 1999, pero ediciones Paidós lo retoma, edita y saca nuevamente a la venta el año pasado, edición que fue la que leí.
En este material, Ellis hace una descripción de su teoría, la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC), como lo ha hecho en obras anteriores; sin embargo, es ésta, ofrece un conjunto de estrategias y técnicas para poder realizar un cambio filosófico, profundo o elegante, como lo llamaba él. Es decir, un cambio cognitivo, emocional y conductual, que nos permita vivir de una forma más saludable, procurando evitar en gran medida, las creencias, emociones y comportamientos que podrían enfermarnos.
A partir de este material y, con base en las experiencias que he tenido recientemente con algunos clientes, me he percatado de la relevancia que tienen para la salud mental, las imposiciones que nos creamos como seres humanos; es decir, como lo menciona Ellis, los “tengo que”, “debería de”, “necesito de”, entre otras posibles expresiones que denotan la obligación de hacer o tener ciertas cosas o situaciones, de una determinada manera.
Dichas imposiciones autoimpuestas, pueden ser sobre uno mismo, sobre los demás y/o sobre el ambiente, contexto o situación. Entonces, podemos creer cosas como: “no debo de cometer errores” (imposición personal), “debo ganarme el cariño y respeto de todos” (imposición personal), “mi padre/madre/hijo(a)/pareja debe de amarme de forma incondicional” (imposición hacia los otros), “mi jefe debe de valorarme y respetarme” (imposición hacia los otros), “la vida tiene que ser justa” (imposición hacia el ambiente), entre muchas otras posibilidades.
Es importante remarcar que, dichas exigencias suelen ser adquiridas como parte de los mensajes familiares, sociales o culturales, a los que todos estamos expuestos. Sin embargo, somos nosotros de forma personal quienes decidimos creer en éstas e incorporarlas en nuestro sistema de creencias, permitiendo que influyan en nuestra toma de decisiones, acciones y sentimientos; así como, en muchas ocasiones, propiciando que generen sufrimiento y emociones poco saludables, sobre todo, cuando se ve limitado su cumplimiento.
En este punto, usted se puede estar preguntando, entonces ¿es incorrecto tener metas? La respuesta es No. De hecho, todo lo contrario, es satisfactorio y favorable tener metas y/o objetivos. El problema viene cuando un deseo o preferencia se convierte en una exigencia única, rígida e inflexible; y, además, su logro se ve amenazado. Es aquí cuando, posiblemente, se generen sentimientos negativos muy intensos. Es decir, cuando yo deseo algo como una preferencia, doy cabida a la existencia de otras opciones que puedo tomar, ante la frustración del deseo original, las cuales, también las considero adecuadas. Cuando el deseo se vuelve una exigencia, pareciera que solo hay un camino y si existen otros, el tomarlos me hace desarrollar sentimientos negativos e intensos, como ira, frustración, desvalorización e infelicidad.
Por ejemplo, no es lo mismo decir, “me gustaría mucho estudiar un posgrado en la UNAM (preferencia), pero, de no lograrlo este año, puedo intentarlo el próximo o incluso podría hacer uno en otra universidad”; a decir, “tengo que estudiar en la UNAM (imposición), es mi más grande sueño y debo de hacerlo, de lo contrario quiere decir que no sirvo como estudiante y seguramente no tendré éxito como profesional”. En este segundo discurso, si las cosas no salen como yo espero, posiblemente me sentiré devastado y devaluado.
Por lo anterior, si bien es muy deseable tener objetivos, también es importante que dichos deseos podamos mantenerlos como una preferencia, teniendo siempre en cuenta que, la vida tiene un alto porcentaje de incertidumbre. Por lo cual, muchas veces nuestros resultados dependen de nuestro esfuerzo, pero también, de otros factores que no controlamos, como el azar. Ante esta realidad, muchas veces injusta y caótica, puede ser saludable dar nuestro mejor esfuerzo, pero también, tener en cuenta otros cursos de acción ante el fracaso. Es decir, considerar otras opciones con las que aun podamos sentirnos satisfechos y felices. Un tipo de pensamiento como esto sería: “Me encantaría poder casarme con mi pajera y formar una familia, pero, si por algo no se diera, sé que podría buscar esa meta con alguien más y también sentirme feliz”.
Para terminar, considero importante destacar que, pareciera haber una relación entre imposiciones y emociones negativas; es decir, mientras mayor sea la exigencia, mayor será la intensidad con la que generaré sentimientos negativos ante su frustración. Por lo tanto, si usted está experimentando ansiedad, depresión, ira incontrolable, o cualquier otro sentimiento poco saludable, sería importante identificar si en el fondo existe una imposición que lo esté influyendo o generando. Si ya lo intentó y no logra reconocerla, puede ser necesario pedir una segunda opinión, le recomiendo acudir con algún buen psicólogo que le ayude con eso.
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Referencia
Ellis, A. (1999/2019). Una terapia breve más profunda y duradera: Enfoque teórico de la terapia racional emotivo-conductual. Madrid: Paidós.
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