El paraíso entre sábanas

• Dr. Oscar Tello
• septiembre 7, 2020

Después de algunos meses de vivir contigo, me di cuenta, como una epifanía, que el lugar que más amaba era nuestra cama. Pero no el simple mueble, sino el paraíso en que lo transformaba tu presencia. La cama era ese lugar en el que tus pies jugaban con los míos, en el que de forma repentina, podía sentir el calor que corría por tu cuerpo como magma, al que en ocasiones le huía, y en otras, me fundía ante la menor provocación. Fue ahí donde nació nuestra íntima y típica frase “pareces un carbón”. La cama era lo que más anhelaba en esos sábados por la tarde, cuando el peso de una semana de trabajo inundaba mi cuerpo. Ansiaba como un adicto en abstinencia, llegar a casa y que estuvieras ahí; con o sin comida, con o sin planes, con o sin ajuares, pero que estuvieras, para poder tomarte de la mano y proponerte ver una película, como el pretexto perfecto para admirar como caía tu ropa, como aquellas telas a veces justas y veces holgadas, daban paso a tu mejor traje: tu piel, perfecta, ceñida, con ese color de leche con canela, y ese sabor de alfajor recién horneado. Siempre me emocionaba cuando te quitabas la ropa, porque sabía que iba a poder acariciar tu cintura, tu espalda, tus caderas. Confieso que, aunque soy derecho, creo que mi mano dominante le tenía envidia a su contraparte, ya que era ésta la que solía posarse en tus hoyuelos de Venus, estas dos pequeñas excavaciones genéticas de tu espalda baja, que con tanta sensualidad lucias acostada en las playas de nuestras sabanas. Recuerdo como tu cabeza encajaba a la perfección entre mi pecho y mi clavícula izquierda. Fue ahí, en donde me pude dar cuenta de los lunares de tu cara, de tus pestañas como olas que dejaban huellas en la arena de tus parpados, y que, en ocasiones, entre besos y caricias, me hacían cosquillas en mis mejillas. A veces, entre tanto ruido, cierro mis ojos y nos imagino ahí, acostados, tumbados, entrelazados, con el vaivén de una respiración calmada y la paz de dos cuerpos que sabían… que estaban en el lugar correcto.