Blog de STEAM

  • De amor y otras revelaciones

De amor y otras revelaciones

Seré breve. Estoy perdidamente enamorada de ti. Sí, desde la primera vez que te vi te quedaste en el rabillo de mi ojo, con tan solo una mirada, me sorprendiste, y mi memoria se encargó de registrarte, codificó tu imagen junto con la sonrisa que me generaste al verte. Sin hablarme, sin verme, mis neuronas espejo respondieron a la felicidad que tus gestos y movimientos generaban a su paso, como un pequeño tornado de alegría que creaba caos y esperanza. Tuve que esperar un año para volver a verte. Fue en tu fiesta de cumpleaños, en que mi vida también festejaba el nacimiento de un amor no planeado, pero largamente deseado. Desde que cruzamos miradas, no podía dejar de verte. Eras el centro gravitacional de todos mis sentidos, el imán de la limadura de hierro en que tu mirada había convertido a mis deseos. Eras libre, efímera, hermosa, perfecta, y yo, yo era una hoja en el viento que generaban tus palabras, una gota en el mar de tus ojos, una burbuja a punto de romperse y desbordarse de amor, ante tu primera provocación.  Después de esa noche juntos, yo falté al trabajo, no quería renunciar a ti, era “mi ahora o nunca”, y nada me importaba más que eso que producías en mí, esa ilusión inesperada, esa felicidad apabullante, arrasante, desequilibrante. Así que nos fuimos a la playa y mientras la luz te bañaba de esplendor, me contaste como amabas la naturaleza, las buenas vibras, los atardeceres, la luna, los paseos en moto, la adrenalina. Me mostraste un mundo mágico y casi sin querer, sentí que pertenecía ahí, a tu lado, aunque no hubiera sido invitada, aunque no fuera del todo real, lo deseé como pocos futuros los había deseado. El día acabó y seguimos sin querer separarnos. A la mañana siguiente fuimos a desayunar, yo compré vino y tu aprovechaste la ocasión para invitarme a cenar. Nuevamente se hizo de noche y nos sentamos en una pequeña mesita a la luz de una cálida vela, dos copas de vino y una cena. Una cena que me enseñó que no hace falta un aniversario, un cumpleaños, una pedida o un gran logro para celebrar. Esa noche celebramos el momento, la dicha de haberte conocido y que me mostraras como una persona puede ser perfecta, cómo alguien puede darle magia a todo lo que toca, eras el rey midas de esta historia incipiente y prematura. Esa noche, mientras los destellos de la vela bailaban entre las sombras, cada una de tus caricias me derretía, me hacías temblar y tartamudear cuando tus ojos conectaban con los míos, tuve que apretar las piernas mientras sentía como la emoción escurría entre ellas. Mientras tomaba tu mano, cerré mis ojos y el tiempo se detuvo, fue como un enorme Big bang explotando en mi pecho, fue el inicio de todo en mis adentros. Después de la cena llegó el postre, uno delicioso, suculento, de carne y hueso. La degustación implicó una danza llena de miedo y valentía, hasta que, con estoicismo, nos entregamos, dejando de lado los miedos, los tabús, las represiones de una cultura que no cabían en esa cama, en la que el amor nos cobijó y nos mostró el camino. Ha sido un encuentro que llevaré tatuado en la memoria de todos mis sentidos. Tal vez estas líneas te asusten, tal vez no sientas lo mismo, tal vez ha sido una experiencia de un solo sentido, y tengo tanto miedo de decirte te amo, de decirte que me enamoré en cuatro días, como tal vez no hubiera podido en cuatro vidas, porque nunca es el tiempo, siempre es la persona. Tengo miedo, pero no dudas, porque este sentimiento me hace temblar de ilusión, de sueños, de pasión; porque al verte no puedo contener las sonrisas, la armonía humanamente inexplicable entre tu piel y mis manos, la angustia fugas ante tu partida inminente; pero… no me voy a engañar, ni engañarte, no quiero darle la espalda a mis sentimientos, por miedo, no quiero ser cobarde y evitar gritarte desde mis entrañas… que te amo… que te amo como nunca, y tal vez… para siempre.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Sin comentarios


Shape